Esta es la historia de un hombre
que conocí y que a un tengo el gusto de ver de vez en cuando; muchos años atrás,
más de lo que yo he vivido, una muchacha de piel clara y ojos color miel
escapaba de la hacienda de sus padres junto a un joven de la servidumbre, indio pata
rajada solían llamarlo sus jefes a sus
espaldas, juntos viajaron hasta Oaxaca, tierra natal del joven, y se asentaron allí. Tiempo después tuvieron un
par de hijos, esta composición trata de lo poco que conozco a cerca de uno de
esos hijos, el menor.
Cirilo Cruz era un niño que creció
rodeado de naturaleza, pues su familia vivía
así, desde pequeño lo enseñaron a identificar algunas plantas medicinales y a
trabajar duro, le enseñaron a sacar provecho de lo que le ofrecía el medio;
curso la educación básica, que empezaba a darse en aquella época, se le daban bien las matemáticas y un poco el
español; el niño se convertiría en joven y empezaría a trabajar en uno que otro
oficio.
Cuando aún era bastante joven se casó
con Joaquina, con la que tuvo varios hijos; Pero por ahora nos remitiremos a
los principios del matrimonio de estos dos jóvenes; El construyo poco a poco una
casa para los dos, con el tempo
empezaron a criar animales como gallinas, cerdos y borregos, además de cultivar
algunas hortalizas; todo parecía marchar sobre ruedas, pero todo esa comodidad
y estabilidad que habían logrado se vino abajo cuando Cirilo tubo un pleito de
cantina con unos soldados de la marina, lo amenazaron con matarlo y tuvo que
huir junto a su esposa y sus dos primeros hijos.
Después de huir de Oaxaca se instalaron en Potrero Nuevo, en
el municipio de Atoyac, se instalaron en una pequeña casa que los padres de
Joaquina les prestaron y estuvieron ahí por 5 años. Cirilo consiguió un trabajo
como ayudante en el oficio de la construcción y allí fue adquiriendo
experiencia hasta llegar a ser la mano derecha de los mismos arquitectos,
mientras tanto la familia crecía y ahora tenían que criar a cinco hijos por lo
que Cirilo debía conseguir un trabajo mejor remunerado; Mientras Cirilo trabaja
su mujer no se pasaba el rato de ociosa, pues se pasaba horas lavando ropa
ajena para complementar la entrada de dinero de su marido.
Fue uno de los mismos arquitectos
con los que trabajaba Cirilo quien le abrió las puertas a un mejor trabajo ofreciendo
un trabajo como velador, al principio él no lo acepto, pues estaba estancado en
la comodidad y frenado por un creciente alcoholismo, no fue hasta que Joaquina lo estuvo a punto
de abandonarlo que se decidió a tomar el trabajo como velador en el ingenio “el
Potrero”. Meses después llegaron las cuatas, Gabriela y Marcela
respectivamente, años después otro par de niños y también llego una casa que le
tocaba por sus años de trabajo; Entonces comenzaron a criar pollos, cordero y
cerdos, también sembraron hortalizas, maíz y uno que otro árbol frutal.
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