viernes, 26 de julio de 2019

Mi compañero

Mi muerte siempre está conmigo, me sigue a todos lados, en cada momento está a mi lado izquierdo; le he dado forma y una apariencia personalizada, mi muerte es un niño pequeño  de unos 7 años, muy parecido a mi a esa edad por cierto, bastante pálido, de ojos negros y cabellera del mismo color; mi muerte viste un traje infantil  con su saco, pantalón, camisa blanca y moño negro en la garganta, también carga en los brazos un ramo de cempasúchil fresco y aromático; mi pequeña muerte lleva pintada su cara al estilo de las calaveras de azúcar de día de muertos, en su frente está escrito mi nombre.

Cuando estoy alegre, ahí está mi muerte.
Cuando estoy eufórico, ahí se encuentra también.
Cuando estoy frustrado y enojado, ahí está mirándome.
Cuando estoy triste, va junto a mi cargando su ramo.

No puedo negociar con mi muerte, mucho menos pedirle favores o prórrogas, está ahí y punto, un día me tomara de la mano y me pasará el ramo, ese día sabré que es mi turno de dejar este lugar;  aún así su constante presencia es  recomendación y  aviso de que me vaya bien o me vaya mal tarde o temprano me va a alcanzar.

Mi muerte también me aconseja pues cuando triunfo, me siento eufórico o empiezo a ser arrogante y hasta prepotente basta con mirar a mi izquierda y verla a mi lado, con su ramo de cempasúchil, serena, con su apariencia infantil que me recuerda mis años perdidos; no dice palabra alguna pero el aroma de sus flores lleva las palabras que sus labios no pronuncian "no te confíes, quizá hoy sea el día y esto, que tanto gozas, quede en nada"

También pasa cuando estoy furioso, triste, invadido por la melancolía  o derrotado; volteó a la izquierda, mi muerte me mira y levanta una ceja, sus flores llevan sus palabras en su aroma y a través de mi olfato llegan sus pensamientos a mi mente "puede que todo vaya mal, o que creas que esto no tiene sentido, pero Aún no es el día, aún no estás muerto, quizá al rato, quizá mañana o en algunos años, sigue adelante mientras tanto".

Caminando por la calle, recostado en casa, trabajando, cuando salgo de fiesta, llevo a mi muerte como compañero de viaje  y consejero, cuando algo me acongoja volteo a la izquierda y la miró, como recordatorio de que podría haber muchos días por delante o quizá ninguno; sonrió, sigo adelante.

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