domingo, 7 de julio de 2019

Eso que vino del mar



Las nubes se veían mar adentro, llenaban el horizonte con sus figuras brumosas, inquietas  y amenazantes; habían pronosticado un fin de semana de lluvias intensas, un gran inicio de la estación de lluviosa.

Martín estaba detrás del mostrador mirando las nubes que poco a poco se iban apoderando del horizonte; esperaba que la lluvia se desatará cuando  ya estuviera en casa y no antes, las calles de sus rumbos solían inundarse un poco; también detestaba andar brincando charcos.

Contra los deseos de Martin las nubes aceleraron su marcha, pronto un viento frío hizo volar la arena seca de la playa, incrementó la intensidad del oleaje y de un momento a otro comenzó la lluvia; una llovizna constante. El olor a humedad se apoderó del local de Martín, un pequeño puesto de comida cerca de la playa, los clientes se apresuraron a pagar sus cuentas y  a correr a refugiarse de la lluvia en los hoteles cercanos, la mayoría eran turistas.

Una vez el puesto se desocupo Martín se dispuso a limpiar la barra y a recoger las mesas antes de que se empaparan  por completo; terminó cuando el sol comenzaba a ocultarse, aún caía la lluvia acompañada por  el viento. Martín fue al armario que estaba al fondo del local, sacó unas botas de goma y un impermeable, los sacudió para quitarles el polvo, como si quisiera despertar dichos objetos de su letargo; vestido para la ocasión cerró el puesto de comida y se adentro en la lluvia y en la oscuridad que se apoderaba de la costa.

Salió de la playa caminaba por el boulevard, tenía el mar a la vista donde intrépidos surfistas trataban de encontrar una buena ola que montar, se detuvo a observarlos; eran unos siete, incluyendo dos chicas, pataleaban mar adentro para después es dejar que la ola adecuada los regresará a su punto de partida; quedó atrapado en su ir y venir, un relámpago distante lo saco de su trance, la llovizna apretó, el viento se tornó más intenso, las farolas que iluminaban la playa se encendieron, la noche estaba cayendo.

Gritos, chapoteos, maldiciones, Martín observó al grupo de surfistas regresar a toda prisa a la playa, gritaban "casi me agarra", se acercó para mirar, parecían pálidos, llenos de horror; los jóvenes llegaron a la orilla cargando sus preciosas tablas, señalaban la playa, la lluvia se intensificó acompañada de viento y relámpagos," entre las olas" se escuchó gritar a alguien, Martín observó las olas que señalaban, algo se acercaba a la playa muy rápido, expresiones de horror  y el  aliento contenido de los presentes anunciaban a eso que salía de entre las olas; era robusto, con una gran pinza de cangrejo por mano derecha y un par de tentáculos por izquierda, su torso era humano, medio putrefacto, su rostro torcido y de la cuenca de un ojo energía una antena como de insecto.

La cosa salió del agua dando chillidos, chasqueando la pinza y azotando el aire con sus tentáculos; en cuanto ubico al grupo de jóvenes lanzó un chillido que hizo temblar al grupo y se lanzó contra ellos, era muy rápido, antes de que pudieran reaccionar lla lo tenían encima; atrapó a uno de los jóvenes con sus tentáculos, trataba de agarrarlo con su pinza pero el chico usaba su tabla como escudo manteniéndola alejada de su carne. Los otros chicos tardaron un poco en salir del susto, la adrenalina corrió por sus cuerpos y rápidamente prestaron ayuda a su amigo golpeando con sus tablas y palos que había en la playa al monstruo que se negaba a soltar presa; la criatura chillo y sacudió su pinza como tratando de atrapar a sus agresores, los que siguieron atacando le, la criatura chillo aún más y, con un arrebato de fuerza increíble, empezó a andar hacia el agua sin soltar al mucho que gritaba y pataleaba.

Martin observaba la escena: una criatura salida del mar que arrastraba a un adolescente al mar mientras su grupo de amigos trataban de apalearla para evitarlo; carajito, dijo mientras apretaba los puños, busco entre la arena, halló una piedra y un palo, corrió a donde los jóvenes apaleaban al bicho que ya está dando sus primeros pasos en el agua, aprovechando el impulso que llevaba lanzó un grito, para que se hicieran a un lado, le dio de lleno a la cabeza de la bestia que aturdida soltó su presa y chasqueo la pinza al aire, ¡Denle en la cabeza! se escucho gritar a alguien, fue un caos, golpes de palos, tablas de surf, alguien que recogió la piedra de Martín; un rato después la cosa medio flotaba en las olas con la pinza aplastada por una piedra y la cabeza con palos incrustados en las cuencas oculares, los jóvenes y Martin yacían sentados en la arena, jadeando, llenos de cortes, moretones y marcas de ventosas.

Cuando se calmaron un poco empezaron a reír, algunos con lágrimas en los ojos, sabían que no volverían a ver el mar igual; todos tenían  preguntas en sus cabezas ¿Qué era esa criatura?¿Hay más de esas cosas ahí adentro? El destino les respondió, rápidamente.

Un relámpago partió el cielo, el trueno los hizo saltar en su lugar,un grito, uno de ellos señalando el mar; como corchos saliendo a flote, 1, 2, 6,10 cosas como el que acababan de matar emergían de entre las olas, chasqueando pinzas y azotando el aire, soltando chillidos, a coro del viento. Corrieron, a pesar de que estaban apaleados y cansados, se dispersaron en la noche; entre truenos, gritos horribles y chasquidos de, talvez,  pinzas o huesos quebrados, saltando charcos, empapado y lleno de horror Martín llegó a su departamento, aseguró la puerta, puso un ropero para taparla, corrió las cortinas y se acurrucó, escuchando el viento, los truenos,  el aguacero, un grito de horror distante y chasquidos, temblaba, sabía que lo encontrarían esas cosas que salieron del mar.

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